Esta es mi cuarta reflexión de cierre de año que publico en revista Ohlalá. Estas columnas de diciembre piden un ejercicio para transmutar, mudar piel, reconfigurar, alivianar. Y tanto gustaron que se transformaron en mi primer libro: Vuelta al Sol, la bitácora.
¿Qué querría cambiar a nivel personal y colectivo de este año que se va? ¿Qué emoción quisiera entender mejor?
Busqué en las noticias llenas de abusos de todo tipo que atravesaron el mundo este año 2017 (#niunamenos, #metoo) y qué emociones surgieron en quienes me rodean y en mí. Aparecieron el enojo y la compasión.
Pensé en cómo se entrelazan y acá nace otra invitación: aprender del enojo y habilitar la compasión.
Una forma de empezar es aceptando que cada emoción tiene su inteligencia y que todos pero todos sentimos enojo (a nivel sociedad, relaciones y con nosotros mismos). Es una emoción que nos secuestra: se apropia de todo nuestro ser y transforma nuestra forma de actuar.
La importancia de hacer una pausa antes de reaccionar
“Todos los juicios, críticas y diagnósticos que emitimos, así como las interpretaciones que hacemos de los demás, son expresiones de nuestras propias necesidades.” explica el psicólogo Marshall Rosenberg.
No debemos suprimirlos ni evitarlos, sino dejar que su energía nos guíe a entender nuestra necesidad. Para eso, lo primero que tenemos que saber es que no debemos actuar inmediatamente sino pausar. Este paso es el más importante para desactivar nuestro propio patrón de reacción y a su vez permite que podamos hacernos 100% responsables de nuestra experiencia.
Después, llevamos nuestra atención a cómo nos sentimos y su raíz: qué necesidad tenemos. Recién entonces podemos buscar la forma de expresarnos, siempre y cuando sepamos que lo haremos para traer claridad de comprensión o establecer límites sanos. Debajo más info sobre esos momentos de mecha corta donde las palabras cuestan.
Si aprendemos a pausar y acentuar nuestra presencia, tendremos más libertad. Al volver la atención hacia nosotros, podemos responder de manera inteligente, desde quienes somos (nos des-secuestramos).
Un ejercicio para el cierre de año
Para el ejercicio de cierre de año, nos invito a revisar en tres capas distintas todo aquello que nos enoja. Podés tomar un cuaderno y escribir.
Los enojos cercanos en el tiempo. Nivel mundo: injusticias, sociedad. Después pensá en tus relaciones: broncas, peleas recientes. Sumá enojo hacia vos, frustraciones. Ahora podés ir más atrás en el tiempo y repetir las tres capas. Escribí como salga aunque suene a víctima.
No sientas culpa por sentir enojo, acostumbrate a verlo como una oportunidad de revisión, de espejo para detectar necesidades. Ahora, oración por oración, ahondá en qué necesidad tuviste o tenés detrás de la bronca.
Frená, refrescate y volvé. Llega el momento de la compasión. La describiremos como la emoción que permite ponernos en contacto con la vulnerabilidad y el sufrimiento dentro nuestro (y de todos los seres) y actuar en consecuencia con ternura.
Para el ejercicio simplemente resta conectar con ellas. Podés escribir con tus propias palabras o leer esto: Todos vivimos en vulnerabilidad. Todos vivimos con miedos, pérdidas e incertidumbre. Todos, en algún nivel, necesitamos sentirnos seguros, significantes y amados. Yo también y atenderé a este sufrimiento.
Será la edad pero la ternura me parecen la cualidad más sexy del momento. ¿Cuánto puede mejorar nuestro próximo año si logramos aprender del enojo y habilitar la compasión en nuestra pareja, los hijos, los afectos y nuestra sociedad?
Columna publicada en revista Ohlala en diciembre 2017.
Cuando estamos enojadas
Para más info sobre comunicarnos cuando estamos enojadas, podés leer “Comunicación No Violenta, un Lenguaje de Vida” de Rosenberg.
Otros cierre de año:
2014: el cuestionario de fin de año que completo cada diciembre.
2015: El desafío de soñar en grande (reset sueños)
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