Muchas veces creemos que los miedos son una especie de barrera intangible que separa el presente y nuestros sueños. Leemos frases que nos invitan a soltarlos, superarlos, derribarlos. Y si no nos sale, nos declaramos poco valientes.
Bajo el contexto actual en plena pandemia, muchas de nosotras comenzamos a experimentar miedos nuevos e impensados. ¿Será que es momento de administrarlos de otra forma?
Escribir una introducción para hablar sobre miedos me hace acordar a cuando le prometía a mis hijos ir a la plaza después de hacer mandados. No sé por qué pero siento que tengo que ofrecerte una especie de recompensa o incentivo para que sigas leyendo. Lo haré por las dudas: es posible que al terminar esta nota veas tus miedos de otra forma de ahora en adelante y que esa nueva mirada te permita avanzar sin paralizarte.
Trabajo hace décadas con emprendedoras, oradores, equipos en organizaciones, y en estos últimos años sumé la mirada de coaching y los formatos pasaron a ser talleres y sesiones individuales con personas de distintas partes del planeta. Si hay algo que estuvo presente siempre sin importar la temática o desafío fueron las palabras “miedo” y “coraje”. Pero nada nos preparó para lo que sucedería a principios del 2020. Mi deseo es que esta nota sirva tanto para nuestros miedos más históricos como para los más recientes y ojalá pasajeros.
Empecemos por algo muy simple e importante: el miedo es una emoción. Como toda emoción aparece para traernos cierta información (o nos invita a crear significado), activa nuestro cuerpo de determinada manera y luego de un rato en general decrece y se va.
Nos cruzamos en la calle con una amiga entrañable y nuestro corazón se acelera, sonreímos, extendemos los brazos y celebramos. La alegría nos visita para invitarnos a celebrar ese valioso vínculo. Ya está.
Con el miedo, nuestro cuerpo puede optar por pelear, salir corriendo o paralizarse (tal vez escuchaste en inglés la frase fight-flight-freeze). Mientras el cuerpo lo experimenta con distintos síntomas que van desde palpitaciones hasta temblores, nuestra mente busca evaluar qué hacer (o no hacer). Y una vez que el peligro desaparece, el miedo se va.
Cuando no se va, en general son nuestros pensamientos los que siguen construyendo y alimentando la situación de peligro. Y esto lo conocemos muy bien, las emociones no sólo aparecen por estímulos externos sino también por estímulos internos. Por eso será de vital importancia ofrecer una guía a nuestros pensamientos para que no se estanquen y transformen la emoción en un estado de ánimo más permanente.
Lo que quisiera que recuerdes de todo esto es que las emociones contienen información muy valiosa de cómo estamos viviendo la vida. Ellas son indicadores de todo aquello que nos importa. Y no escucharlas es una forma de negar aquello que más valoramos. Y ese camino nos puede llevar a la apatía, la indiferencia, la abulia.
Y esta distinción será la llave para la actividad que quiero invitarte a testear: el miedo me avisa que hay algo que es importante para mí que temo perder. Y aunque parezca una obviedad, saltear esto es rechazar el regalo que trae el miedo cada vez que decide aparecer.
Con esto en mente, te propongo seguir una secuencia de pasos para ver si podemos abordar nuestros miedos desde otra perspectiva. Al final de la nota, diseñamos un ejercicio guiado para que lo pongas en práctica.
Paso 1: Dar Forma y Nombrarlo
“Desde hace meses que estoy con miedo” es algo que escuchamos muy seguido en tiempos pandémicos. En este paso el objetivo es darle un poquito más de forma a ese miedo puntual.
Lo haremos conectándonos con nuestro cuerpo haciendo preguntas simples: ¿en dónde lo siento? ¿Qué intensidad tiene? Si le pudiera dar forma, color, temperatura, ¿cómo sería?
Probá decir palabras sueltas como frío, garganta, manos, angustia, negro, pesado, pecho. No existe una correcta forma de describirlo, lo que digas en voz alta o por escrito estará bien.
Después, lo nombraremos. “Miedo a…” y si aparecen varias respuestas, anotalas, dales lugar. Ya habrá tiempo de revisarlas. Si no te sale definirlo, probá decir “Miedo a perder…, a no poder…”. No los juzgues ni limites. Miedo a morir, a perder a mi mamá, a quedarme sin trabajo, a no volver a la rutina, a no poder sostener la vida social de mis hijos, a quedarme sola, a no sostener mis hábitos saludables, etc.
Este paso es enorme y ya podés hacerte un mate, café, té y hasta celebrar con budín o torta. Merecido está.
Paso 2: Conversar
Te engañé. La hora del té es parte del siguiente ejercicio metafórico: conversar con nuestro miedo.
Tara Brach (mi maestra preferida de mindfulness) narra una historia muy linda sobre Buda: cuenta que la noche previa a su iluminación el demonio Mara lo visitaba para atormentarlo y desalentarlo. En un momento, Buda le dice “te veo, Mara”. Y lo invita a tomar el té cuál invitado de honor. Prepara dos almohadones cómodos y dos tazas de té. Mara se sienta y luego Buda. Conversan. Mara finalmente se va y Buda queda en calma.
Desde entonces, uso la metáfora de invitar a nuestros miedos a tomar el té como un ejercicio de curiosidad y atención. Quiénes lo han practicado (en general con mate y cuaderno) cuentan que después de hacerlo el miedo ocupa otro lugar, mucho menos aterrorizante y definitivamente más llevadero.
En esta conversación haremos preguntas honestas y precisas ya que nuestro objetivo no es derribar al miedo sino entenderlo. Acordate, viene a visitarnos porque hay algo que valora que no quiere perder y porque sostiene una mirada puntual de los hechos que acontecen. En el ejercicio del final de la nota dejo una conversación guiada así sirve para empezar.
Paso 3: Nuevas acciones
Poder entender que el miedo quiere protegernos nos debería invitar a escucharlo y a veces crear nuevas acciones. Si al conversar con mi miedo sobre la presentación de mañana me doy cuenta que valoro cómo me van a percibir y el aporte que quiero dar, es posible que prefiera repasar una vez más las diapositivas sin sentir que por eso soy insegura o cobarde.
Pensar en posibles escenarios no sólo es saludable, sino que también es estratégico. Como nuestros miedos suelen ser muy creativos, una breve conversación con ellos puede recordarnos algún detalle que olvidábamos, tomar precauciones extras o hasta pausar momentáneamente una decisión.
Quien maneja sos vos
Ahora una aclaración importante sobre darle lugar a los miedos: escuchamos, damos gracias y quiénes decidimos somos nosotras. Imaginemos que estamos yendo en un simpático auto por la ruta a la playa, un miedo podrá indagar si dormimos lo suficiente, unos kilómetros después otro miedo podrá consultar si llegamos con la nafta o si no será mejor parar, tal vez otro mira las nubes negras y pregunta si nos animamos a avanzar si se larga una tormenta. Lo que tiene que quedar claro es que quienes manejan ese auto somos nosotras. Nunca ellos.
Podemos escucharlos una vez y verificar o contemplar lo que dicen. Punto. Si siguen y empiezan a arruinar o boicotear el viaje, podemos darnos vuelta (porque van como niños en el asiento de atrás, lejos del volante) y amenazarlos con depositarlos en el estacionamiento de Atalaya si no frenan. “Ya los escuché y lo consideraré, ahora silencio que estamos haciendo este viaje para disfrutar”. Fin de la conversación interna.
Nunca creímos que nos iba a dar miedo dar un abrazo, festejar el cumpleaños número 80 de la nonna y menos aún que la realidad como la conocíamos tal vez cambie para siempre de algún modo u otro. Sentir miedo no sólo es natural, es necesario y funcional. Pero cuando sumamos cansancio, incertidumbre y soledad, el miedo puede empezar a ocupar más espacio del que quisiéramos.
Brené Brown cuenta que el origen de la palabra coraje es ‘’echar el corazón por delante’’ o sea actuar, hablar, sentir y vivir con el corazón. El coraje no es la ausencia del miedo sino poder actuar aún con miedo. Y si es así, nada mejor que conversar con él primero.
Recursos
Libro: cuando todo se derrumba Pema Chödrön nos acerca herramientas y reflexiones con una mirada budista y nos invita a dejar que las emociones dolorosas nos lleven a mayor sabiduría y compasión.
Charla Ted: Tim Ferriss invita a definir miedos en vez de objetivos. Tim Ferriss logró hacer pensar a millones de personas a través de esta breve charla Ted donde nos comparte el paso a paso de su método para trabajar los miedos y cómo pueden instruirnos en nuestra toma de decisiones.
Libro infantil: yo y mi miedo Este exquisito libro infantil nos permite poner en palabras (y bellísimas ilustraciones) lo normal que es sentir miedo y así poder abrir la charla con nuestros hijos.
Aprender desde chicos
Seamos honestas: si estamos leyendo sobre el miedo a esta edad es porque con décadas de experiencia habitándolo todavía se complica. Imaginemos entonces qué estarán viviendo los más chicos en estos tiempos donde los adultos se muestran temerosos, las rutinas apenas se sostienen y al miedo todavía ni lo entienden. Algunos consejos:
1- aunque queramos que se les pase, es importante que sientan que entendemos y aceptamos que tienen miedo. ¿Quién no necesita un simple “te entiendo” de vez en cuando? No es momento para decir “no podés tenerle miedo a la bañera es solo agua”, claramente para ellos no lo es.
2- Busquen ponerle palabras a la sensación de miedo: cómo se siente en el cuerpo, nombrarlo y definirlo. Sí, el mismo ejercicio que harás vos, los peques tendrán más entrenamiento y vocabulario cuando sean grandes.
3- Piensen soluciones en conjunto. Tener un mini plan y mucha paciencia enseñará a la familia entera a sentirse protagonista frente a los desafíos. Conversar sobre ideas que pueden ir reduciendo el miedo de a poco y practicar pedir ayuda es otra herramienta que quedará para toda su vida.
Ejercicio
OJO: Este ejercicio está pensado para miedos que creas que podés administrar sola. Sugiero que en caso de traumas o situaciones muy delicadas busques la compañía de otra persona, idealmente entrenada para realizar estos procesos.
1/ Buscá un momento de calma sin interrupciones. Sugiero que prepares literalmente una bebida calentita y rica. Mientras la prepares andá invocando tu propia curiosidad y ganas de explorar alternativas.
2/ Describí cómo aparece este miedo, podés dibujarlo, usar palabras sueltas, colores.
¿En dónde lo siento? ¿Qué intensidad tiene? Si le pudiera dar forma, color, temperatura, ¿cómo sería?
3/ Nombralo.
Tengo miedo a (perder/no poder)…
4/ Conversá
Yo: Hola Miedo, ¿qué venís a decirme?
Miedo: No quiero perder/Temo no poder…
Yo: Y eso, ¿por qué es importante en mi vida?
Miedo:
Yo: (parafrasear lo mismo) Sí, valoro mucho…
Yo: Y ¿qué es lo que está pasando qué crees que pone eso en juego?
Miedo:
Yo: Y con esta interpretación, ¿qué crees que es lo peor que puede pasar?
Miedo:
Yo: Y si venís a recordarme que me importa (repetir)….
Miedo: sí
Yo: ¿Qué querés sugerir entonces que haga para protegerlo?
Miedo:
Yo: ¿Algo más que quieras decirme?
Miedo:
Yo: gracias Miedo, lo tendré en cuenta.
5/ Nuevas acciones
¿Qué te dan ganas de hacer? ¿De qué forma podés honrar aquello que te importa y valorás? ¿Qué necesitás ahora? ¿De qué manera podés subir tu dosis de autocuidado luego de este ejercicio?