Esta columna fue publicada en Ohlalá este mes, dentro de la nota de tapa titulada “No mires atrás, dale lugar a lo nuevo”. Decidí complementar lo que se postulaba con un enfoque que requiere de mirar atrás, escorpiana testaruda. Por suerte, la editora lo tomó (Grande Euge!). Así conversaremos de lo heredado y lo que hoy se reescribe.
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El pasado nos condiciona, pero también nos nutre. La paradoja de soltarlo o revisitarlo incansablemente. Quisiera hoy complementar el enfoque de esta nota con una mirada sobre nosotras mismas y aquello heredado.
“Ya no más”, ¿cuántas veces lo decimos? Hábitos, relaciones, situaciones donde sentimos que nos descuidamos. Y nos vuelve a pasar: cambian detalles, pero la historia se repite. Por más intenciones, rituales y análisis que hagamos, el patrón reaparece.
Ahora pensemos en las veces que nos reinventamos o soltamos. ¿Qué fue distinto? Apostaría que esas veces lo que cambió fue la observadora que somos.
Nos permitimos entender la forma de pensar que nos llevaba a actuar así, averiguamos dónde la aprendimos y para qué sirvió todo este tiempo. Miramos para atrás, aceptamos, honramos, comprendimos y elegimos empezar a pensar distinto editando el sistema de creencias heredado y ampliando la mirada.
No se me ocurre otra forma de poder reinventarnos si no es mirando para atrás y eligiendo con qué creencias quedarnos y cuáles decir “hasta acá llegaron, ya no sirven más”.
Cuando entendemos que esto fue lo que aprendimos y heredamos, podemos soltar agradeciendo, honrando. El proceso de soltar se vuelve menos rebelde, más tierno.
Y esa última frase dispara la segunda reflexión: en este détox de mochila, podemos revisar los “yo soy”. Hace unos meses, en una conferencia, Julio Olalla nos invitó a hacer un ejercicio transformacional que adapto y comparto:
Te invito a que escribas 12 oraciones que empiecen con “yo soy”: cómo te ves en distintos ámbitos de la vida (laboral, sentimental, espiritual, físico, económico, familiar), tratá de poner una o dos palabras descriptivas por cada uno. Mirá la lista y predecí “si sigo siendo así, lo que va a pasar es que…” y elegí algunos desenlaces que no te gusten. Ahí tenés los “yo soy” que te limitan.
Si te digo que los sueltes, no sabrías cómo. Entonces, mi sugerencia es que pruebes reemplazar los “yo soy” por “hasta ahora aprendí a…” ya que es lo que aprendimos dado el contexto (histórico, cultural, familiar, de vivencias) en el cuál hemos vivido hasta hoy. De nuevo, lo heredado.
Y si es lo que aprendimos y no lo que “somos”, ¿no se siente más cercano dejar de mirar atrás y empezar a aprender nuevas formas de ser y hacer?
May.
Columna publicada en revista Ohlala en Julio 2018
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