Tuve varios diarios íntimos a lo largo de mi vida (todavía guardo algunos que tenían candaditos con llave). También tengo mi cuaderno de preguntas de fin de año, compré unos más grandes para mis páginas matinales del camino del artista, en un cajón guardo un cuaderno de cada uno de mis embarazos y tengo otro donde solamente registro mis aprendizajes luego de sesiones de meditación. “Querido Diario” por todos lados.
Mi versión TOC quisiera que fueran tomos continuados, en cuadernos iguales, cronológicos, prolijos. Pero la verdad, cuando escribimos estos diarios, rara vez los releemos y lo más enriquecedor es el momento en que escribimos.
El año recién arranca y en estos meses ligados al descanso quizás hay más tiempo para nosotras. Y por eso vino a mi mente reflexionar sobre lo bueno de tener un diario íntimo.
Escribir un diario es la forma más sencilla de hablar con una misma. Encuentro en este punto el beneficio principal: estar presentes aquí y ahora en nuestra vida. ¡Ser testigos de nuestra propia existencia!
En los diarios, escribimos sobre lo que más nos interesa en el momento. Esto hace que el relato sea siempre relevante desde nuestro punto de vista. Vamos dejando un rastro de los tópicos que más nos obsesionan, de las personas en las que hacemos foco, de las emociones que prevalecen durante ese período. Es un buen ejercicio para auto-conocernos tanto al plasmarlo como al releerlo.
Algunas personas se refieren a sus “yo” del pasado o del futuro y les hablan. Si usamos el humor y la compasión hacia nosotras mismas, podremos sanar o suavizar heridas y empatizar con nuestra versión más humana.
Leí alguna vez que los diarios se pueden usar como ejercicios de intuición si optamos por escribir percepciones de personas al conocerlas o de situaciones que se avecinan. Al plasmarlas en papel, podremos ir validando en qué contextos la intuición es más aguda.
Susan Sontag va más allá y le da un sentido de creación: “Escribiendo el diario no solo me expreso más abiertamente que con cualquier persona, sino que me creo a mí misma. Es un vehículo para mi sentido de la individualidad”.
Hace un tiempo, me recomendaron leer/hacer El camino del artista, de Julia Cameron. Dentro del proceso, la autora invita a escribir tres hojas con lo que se nos venga a la cabeza al levantarnos cada mañana.
Muchas veces estas tres carillas son quejosas, infantiles, repetitivas, entrecortadas. No debería importar ya que su función es ser un limpiaparabrisas espiritual antes de empezar el día. Debo admitir que me costó adelantar el despertador 45 minutos, pero creo que debe ser uno de los rituales más eficientes para arrancar el día depuradas.
Todo indica que cada vez más los estímulos digitales van a competir por nuestra atención y encontrar momentos de soledad va a ser una actividad exclusiva de los que se lo propongan.
Llevar un diario puede ser una forma de asegurarnos ese espacio.
May.
Columna publicada en revista Ohlala en febrero 2017.
Deja un comentario